Corazón

¡Qué desgracia!

Viernes, 21

YENDO esta mañana a la escuela refiriendo a mi padre lo que nos dijera ayer el maestro, vimos de pronto mucha gente apiñada ante la puerta del grupo escolar.

—¡Alguna desgracia! —dijo mi padre—. ¡Mal empieza el curso!

Entramos no sin dificultad. El gran zaguán se hallaba repleto de padres de alumnos y de chicos a los que los maestros no lograban hacer entrar en clase y todos miraban con insistencia hacia el despacho del Director, oyéndose decir: «¡Pobre muchacho! ¡Pobre Robetti!»

Por encima de las cabezas, en el fondo de la habitación, llena de gente, sobresalían el quepis de un guardia municipal y la gran calva del señor Director. Entró un señor con sombrero de copa, y dijeron:

—Es el médico.

Mi padre preguntó a un maestro:

—¿Qué ha sucedido?

—Le ha pasado una rueda por el pie y se lo ha lastimado —respondió el interpelado.

—Se ha roto el pie —dijo otro.

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