Martes, 24
PUESTO que el cuento del Tamborcillo te ha conmovido, fácil te será escribir esta mañana la redacción sobre el tema del examen: «¿Por qué se ama a la Patria? ¿Por qué quiero a mi Patria?» ¿No se te han ocurrido enseguida cien respuestas? Amo a mi Patria porque mi madre ha nacido en ella, porque sangre suya es la que corre por mis venas, porque es la tierra donde están sepultados los muertos por los que reza mi madre y a los que venera mi padre, porque la ciudad donde he visto la luz, la lengua que hablo, los libros que me instruyen, mi hermano y mi hermana, mis compañeros, el pueblo del que formo parte, el bello paisaje que me rodea, cuanto veo, lo que amo, lo que estudio y lo que admiro pertenece a mi Patria.
¡Tú no puedes sentir todavía ese gran afecto en toda su intensidad! Lo sentirás cuando seas un hombre, cuando retornes a ella tras un largo viaje, después de una prolongada ausencia, y asomándote una mañana desde la cubierta del buque, contemples en el horizonte las grandes montañas azules de tu país; entonces lo sentirás con el ímpetu de ternura que te llenará los ojos de lágrimas y te arrancará un grito.