Y dirigiendo desde el umbral una mirada más de súplica a su hijo, se fue, recogiendo el chal que le iba arrastrando, pálida, encorvada, temblorosa, y aún la oÃmos toser cuando bajaba por la escalera.
El señor Director miró fijamente a Franti en medio del silencio de la clase, y le dijo con voz que hacÃa temblar:
—¡Franti, estás matando a tu madre!
Todos miramos a Franti, y el sinvergüenza se sonrió.