Lunes, 20
TODA la ciudad es un hervidero bullicioso a causa del carnaval, que está terminando. En las plazas hay carruseles y barracones de titiriteros. Ante nuestras ventanas tenemos, precisamente, un circo de lona, donde trabaja una pequeña compañía veneciana que tiene cinco caballos.
El circo se encuentra en medio de la plaza, y en sitio aparte hay tres grandes carretas, donde los artistas duermen y se visten; tres casitas sobre ruedas, con sus ventanitas y una pequeña chimenea cada una, que siempre está echando humo; entre las ventanitas se ve tendida ropa de criaturas.
Hay una mujer que da de mamar a un niño de pecho, hace la comida y baila, además, en la cuerda.
¡Pobre gente!
Se les llama titiriteros de forma despectiva, y, sin embargo, se ganan honradamente el pan divirtiendo a la gente. ¡Y hay que ver lo que se esfuerzan y trabajan!
Todo el santo día van del circo a las carretas y viceversa, en camiseta, ¡con el frío que hace! Toman dos bocados de prisa y corriendo, sin ni siquiera sentarse, entre una y otra representación, y a veces, cuando tienen ya lleno el circo, se mueve un viento fuerte que rasga las lonas y apaga las luces, y ¡adiós espectáculo! Se ven obligados a devolver el dinero y a trabajar toda la noche para reparar los desperfectos del barracón.