Corazón

—¡Garrone! —dijo el albañil, visiblemente desconcertado—. ¡Mi hijo te ha llamado por el nombre! Hacía dos días que no hablaba y te ha nombrado dos veces. ¿Quieres pasar? ¡Ah, santo Dios, si esto fuera una buena señal!

—¡Hasta luego! —nos dijo Garrone—; yo me quedo —y entró en la casa con el padre. Derossi tenía los ojos llenos de lágrimas, y yo le pregunté:

—¿Lloras por el albañilito? Como ya ha hablado es seguro que se pondrá bien.

—Sí, eso creo —respondió Derossi—; pero en este momento no pensaba en él, sino en lo bueno que es Garrone y en su hermosa alma.







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