Viernes, 28
S脥, querido Enrique, el estudio te resulta pesado, como dice tu madre; no te veo ir a la escuela con la resoluci贸n y la cara sonriente que yo quisiera. A煤n te haces algo el remol贸n. Pero mira, piensa un poco en lo vana y despreciable que ser铆a tu jornada si no fueses a la escuela. Al cabo de una semana pedir铆as de rodillas volver a ella, harto de aburrimiento, avergonzado, cansado de tus juguetes y de no hacer nada provechoso.
Ahora, Enrique, todos estudian. Piensa en los obreros, que van por la noche a clase, despu茅s de haber trabajado todo el d铆a; en las mujeres, en las muchachas del pueblo, que acuden a la escuela los domingos, tras una semana de fatigas; en los soldados, que echan mano de libros y cuadernos cuando regresan, rendidos, de sus ejercicios y de las maniobras; piensa en los ni帽os mudos y ciegos que, sin embargo, tambi茅n estudian; y hasta en los presos, que asimismo aprenden a leer y escribir.
Cuando salgas por las ma帽anas de tu casa, piensa que en tu misma ciudad y en ese preciso momento van como t煤 otros treinta mil chicos a encerrarse por espacio de tres horas en una habitaci贸n para aprender y ser un d铆a hombres de provecho.