Sábado, 29
GARRONE vino también hoy por la mañana a la escuela; estaba pálido y tenÃa los ojos hinchados de llorar; apenas miró los regalillos que le habÃamos puesto sobre el banco para consolarlo. El maestro habÃa llevado, sin embargo, una página de un libro de lectura para reanimarlo. Primero nos advirtió que fuésemos todos mañana a las doce al Ayuntamiento para asistir a la entrega de la medalla al mérito a un muchacho que ha salvado a un niño en el Po, y que el lunes dictarÃa él la descripción de la fiesta, en vez del cuento mensual. Luego, volviéndose a Garrone, que estaba con la cabeza baja, le dijo:
—Garrone, haz un esfuerzo, y escribe tú también lo que voy a dictar.
Todos tomamos la pluma. El maestro dictó: