Corazón

¡Qué espectáculo más deprimente! En cuanto entré sentí una gran congoja en mi pecho. Habría unos sesenta, entre niños y niñas… ¡Pobres huesos torturados! ¡Pobres manos, pobres piececitos encogidos y atrofiados! ¡Pobres cuerpecitos contrahechos! Pronto pude observar guapas caritas, ojos llenos de inteligencia y cariño. Había una niñita de nariz afilada, barbilla puntiaguda, que parecía una viejecita, pero con una sonrisa de dulzura celestial. Algunos, vistos por delante, parecen completamente normales y sin ninguna deformación… pero, al volverse, se le parte a una el corazón. El médico del Instituto los ponía de pie sobre los bancos y les levantaba la ropa para tocarles el vientre abultado y las articulaciones; las pobres criaturas no se avergonzaban, debido a la costumbre de estar desnudas y que las examinen y palpen por todas partes. ¡Y pensar que ahora están en el mejor período de su enfermedad y que casi ya no sufren! Pero, ¿quién puede saber cuánto sufrieron durante la deformación de su cuerpecito, cuando aumentando la enfermedad veían que disminuía el cariño alrededor de ellos, abandonados los pobrecitos horas y horas en algún rincón de una habitación o de un patio, mal alimentados y a veces torturados meses enteros por vendajes y aparatos ortopédicos inútiles?



eXTReMe Tracker