Viernes, 26
COMIENZAS a entender la poesía de la escuela, Enrique; pero por ahora no ves la escuela más que por dentro: te parecerá mucho más hermosa y poética dentro de treinta años, cuando vengas a acompañar a tus hijos y la veas por fuera como yo la veo. Esperando la hora de salida, voy y vuelvo por las calles silenciosas que hay en derredor del edificio, y acerco mi oído a las ventanas de la planta baja, cerradas con persianas. En una ventana oigo la voz de una maestra que dice:
—¡Eh! ¡El rasgo de la ‘te’ no está bien, hijo mío! ¿Qué diría de él tu padre?…
En la ventana siguiente se oye la gruesa voz de un maestro que dicta con lentitud:
—Compró cincuenta metros de tela… a cuatro liras cincuenta centavos el metro…, los volvió a vender…
Más allá, la maestrita de la pluma roja lee en alta voz:
—Entonces, Pedro Micca, con la mecha encendida…