Domingo, 11. Fiesta nacional.
RETRASADA siete días por la muerte de Garibaldi.
Fuimos a la plaza del Castillo para presenciar el desfile de los soldados ante el Comandante del Cuerpo de ejército, en medio de dos grandes hileras de gente. Conforme iban desfilando al son de las cornetas y bandas de música, me indicaba mi padre las unidades militares y los gloriosos recuerdos de las distintas banderas.
Primeramente pasaron los alumnos oficiales de la academia militar, que luego serán oficiales de Ingenieros y de Artillería, unos trescientos, con uniformes negros, muy marciales y desenvueltos, como soldados y estudiantes. Tras ellos desfiló la Infantería: la brigada de Aosta, que luchó en Goito y en San Martino, y la de Bérgamo, que se batió en Castelfidardo; cuatro regimientos, compañía tras compañía, millares de penachos rojos, que parecían otras tantas dobles guirnaldas de flores muy largas, color sangre, tendidas y agitadas por ambos extremos y llevadas a través de la multitud.