Domingo, 25
COMO lo habíamos convenido, fuimos todos juntos al teatro Víctor Manuel para presenciar la distribución de premios a los alumnos de las clases nocturnas de adultos, obreros en su inmensa mayoría.
El teatro estaba adornado y repleto de gente como el 14 de marzo; pero casi todo el público lo componían familiares de los alumnos obreros. El patio de butacas estaba ocupado en gran parte por los alumnos y alumnas de las escuela de canto, que interpretaron un himno en honor de los soldados muertos en Crimea, muy bonito, tanto que, cuando terminó, todos se pusieron de pie sin cesar de aplaudir y de vitorear, de manera que tuvieron que repetirlo.
Acto seguido, empezaron a desfilar los premiados por delante del Gobernador, del Alcalde y de otras personalidades, quienes entregaban a los galardonados libretas de la Caja de Ahorros, diplomas y medallas.
En un rincón del patio vi al albañilito, sentado junto a su madre; en otra parte estaba nuestro Director, y detrás de él se divisaba la rubia cabeza de mi maestro de segundo.