Corazón

Se ha puesto muy contento porque le he dado algunos sellos extranjeros, habiéndome dicho al instante el precio a que se venden para las colecciones. Mi padre, haciendo como que leía el periódico, le escuchaba y se distraía oyéndole. Siempre lleva los bolsillos llenos de pequeñas mercancías, que cubre con un largo delantal oscuro, y parece en todo instante preocupado y pensativo, como los comerciantes ya mayores. Pero lo que más estima es su colección de sellos de correos: es su tesoro y habla de él como si fuese a sacar una verdadera fortuna. Los compañeros dicen que es un avaro y un usurero. Yo no sé qué pensar de él. Le quiero, me enseña muchas cosas y me parece un hombrecito.

Coretti, el hijo del revendedor de leña, dice que Garoffi no daría los sellos que posee ni para salvar la vida de su madre. Mi padre no lo cree así.

—Espera aún para juzgarlo —me ha dicho—; siente pasión por las ganancias, pero tiene buen corazón.




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