El libro egipcio de los muertos

Conjuro XLII

PARA RECHAZAR LAS MATANZAS

He Aquí la Región

en la que con la Corona Blanca sobre la cabeza[69],

el Cetro de mando en la mano,

permanece sentaldo el Ser divino.

Una vez más ante Él, detengo mi Barca

y pronuncio estas palabras:

«¡Oh Dios poderoso! ¡Señor de la Sed!

¡Mírame!, acabo de nacer.

¡Acabo de nacer! ¡Acabo de nacer!»[70]

Él responde. «Sobre la huella de los castigos que ves aquí

vénse a plena luz tus malas acciones.

Tú las conoces como nadie…

Sin embargo, haré recordar tus faltas»[71].

Yo replico:

«Yo soy Ra que hace fuertes a quienes ama.

Soy el Nudo del Destino cósmico

oculto en el bello Árbol sagrado[72].

Si yo prospero también Ra lo hace.

Ciertamente, ¡observa!

Los cabellos de mi cabeza son los propios del dios Nu,

mi rostro es el Disco solar de Ra.

En mis ojos vive la fuerza de la diosa Hathor.

En mis dos orejas resuena el Alma de Up-Uaut.

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