La historia de Simbad el marino

Y cuando llegó la 291ª noche

Ella dijo:

...Al mirar todo aquello, el cargador Simbad quedó sobrecogido, y se dijo: "¡Por Alah! ¡Esta morada debe ser un palacio del país de los genios poderosos, o la residencia de un rey muy ilustre o de un sultán!" Luego se apresuró a tomar la actitud que requerían la cortesía y la mundanidad, deseó la paz a todos los asistentes, hizo votos por ellos, besó la tierra entre sus manos, y acabó manteniéndose de pie, con la cabeza baja, demostrando respeto y modestia.

Entonces el dueño de la casa le dijo que se aproximara, y le invitó a sentarse a su lado después de desearle la bienvenida con acento muy amable; le sirvió de comer, ofreciéndole lo más delicado, y lo más delicioso, y lo más hábilmente condimentado entre todos los manjares que cubrían las bandejas. Y no dejó Simbad el Cargador de hacer honor a la invitación luego de pronunciar la fórmula invocadora. Así es que comió hasta hartarse; después dió las gracias a Alah, diciendo: "¡Loores a El siempre!" Tras de lo cual, se lavó las manos y agradeció a todos los convidades su amabilidad.

Solamente entonces dijo el dueño de la casa al cargador, siguiendo la costumbre que no permite hacer preguntas al huésped más que cuando se le ha servido de comer y beber: "¡Sé bienvenido, y obra con toda libertad! ¡Bendiga Alah tus días! Pero ¿puedes decirme tu nombre y profesión, oh huésped mío?"

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