… Tienes que quitarte esto de la cabeza, Margarita, y tienes que hacerlo pronto. Quisiera aconsejarte incluso que lo hicieras radicalmente, pues cuanto más a fondo lo hagas, tanto más insignificante será el desengaño. Veo por tus cartas que desearías verme pronto junto a ti. No tiene nada de extraño que ansíes tal cosa. Yo espero, asimismo, en ti y, por cierto, apasionadamente. Esta circunstancia no me inquieta, sino el hecho de que, en el fondo y entre líneas, alienta un anhelo de tener de nuevo junto a ti, no sólo al hombre y al amado, sino al pianista. Lo rastreo con toda claridad. No se trata de una extraña confusión de sentimientos; no es que yo, que tendría que ser superlativamente desdichado, me haya entregado a mi destino y que la mujer —que tiene todos los motivos de estar agradecida al hecho de que yo viva (al menos hasta ahora)— riña con el destino que me ha caído en suerte.