Los Siete locos

ARRIBA DEL ÁRBOL

Amanece. Erdosain avanza por el sendero que bordea la vereda rota junto a las quintas. La frescura de la mañana penetra hasta la más remota celdilla de sus pulmones fatigados. Aunque arriba el espacio negrea, y toda esta oscuridad desciende a aproximar las cosas a los ojos, pues las distantes son invisibles en el horizonte. Por el canal de callejones, rojean lentamente unas fajas verdegrises.

Erdosain avanza pensando:

—Esto es triste como el desierto. Ahora ella duerme con él.2

Rápidamente la claridad aguanosa del alba colma los callejones de vahos blanquecinos.

Erdosain se dice:

—Sin embargo, hay que ser fuerte. Me acuerdo de cuando era chico. Creía ver caminar, por las crestas de las nubes, grandes hombres con el pelo rizado y chapados de la luz los verticales miembros. En realidad caminaban dentro del país de Alegría que estaba en mí. ¡ Ah!, y perder un sueño es casi como perder una fortuna. ¿Qué digo? Es peor. Hay que ser fuerte, ésa es la única verdad. Y no tener piedad. Y aunque uno se sienta cansado, decirse: Estoy cansado ahora, estoy arrepentido ahora, pero no lo estaré mañana. Esa es la verdad. Mañana.

eXTReMe Tracker