Los Siete locos

Las preguntas habían sido hechas con gravedad amistosa.

—Posiblemente esté serio. No sé. Creo que sí. Vos comprenderás que matarlo a otro no es juguete.

—¿Y no tenes miedo a la cárcel?

—No, ya que si te matara tomaría antes mis precauciones, y tu cadáver lo destruiría con ácido sulfúrico.

—Sos un bárbaro... A propósito, yo tengo una memoria más floja: ¿pagaste en la Azucarera?

—Sí.

—¿Quién te dio el dinero?

—Un rufián.

—Tenes pocos amigos, pero buenos... Entonces, ¿a qué hora me vas a venir a buscar mañana?

—A las ocho va ese hombre al comando... así es que...

—Mirá, no termino de creer que sea cierto, pero si Elsa está allá le voy a dar tantos sopapos que te prevengo que tendrán que pasar muchos años para que se los olvide.

*****

Cuando Erdosain salió se dirigió a una oficina de correos y le hizo un telegrama al Astrólogo.

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