Los Siete locos

Haffner se levantó, y mirándolo al Buscador de Oro, dijo:

—Ya sabe, compañero; cuando el asunto de la colonia esté listo, me avisa; y si necesita gente, mejor que mejor, yo le proporcionaré una gavilla de malandrines que no van a tener ningún inconveniente en dejar Buenos Aires —y poniéndose el sombrero, sin darle la mano a nadie y saludándolos a todos con un gesto, iba a salir, cuando, recordando algo, exclamó dirigiéndose al Astrólogo—: Si se apura a conseguir el dinero, hay un magnífico prostíbulo en venta. Tiene anexo y churrasquería, y además se juega mucho. El patrón es un uruguayo y pide 15.000 pesos al contado, pero con diez mil y los otros cinco a un año de plazo creo que se conformará.

—¿Puede usted venir el viernes aquí?

—Sí.

—Bueno, véame el viernes, creo que arreglaremos el asunto.

—Salú. —Así saludó el Rufián, y salió.

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