Los Siete locos

LA COJA

Ese mismo día, poco antes de llegar Erdosain al último tramo de la escalera en caracol, distinguió, detenida en el rellano, a una señora envuelta en un abrigo de lutre y toca verde, que conversaba con la patrona de la pensión. Un «ahí viene» le hizo comprender que era a él a quien esperaban, y al detenerse en el pasillo, la desconocida, volviendo el rostro, ligeramente pecoso, le dijo:

—¿Usted es el señor Erdosain?

—¿Dónde he visto esta cara? —se preguntó Erdosain al responder afirmativamente a la desconocida, que entonces se presentó:

—Soy la esposa del señor Ergueta.

—¡Ah! ¿Usted es la Coja! —mas súbitamente, avergonzado de la inconveniencia que asombró a la patrona hasta hacerle mirar los pies a la desconocida, Erdosain se disculpó:

—Perdón, estoy aturdido... Usted comprende, no esperaba... ¿quiere pasar?

Antes de abrir la puerta de su habitación, Erdosain volvió a disculparse por el desorden que encontraría en ella la visita, e Hipólita, sonriendo irónicamente, le replicó:

—Está bien, señor.

Sin embargo a Erdosain le irritaba la mirada fría que filtraba las transparentes pupilas verdegrises de la mujer. Y pensó:

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