Los Siete locos

A su vez en Los siete locos (lo mismo que en El juguete rabioso, Los lanzallamas y El amor brujo) resulta difícil no fusionar niveles, no hacer confluir planteos válidos para el personaje con planteos válidos para el autor. En primer lugar porque Augusto Remo Erdosain y Roberto Arlt a veces se recorren unidos en lo trascendental. El uno y el otro han empezado por sentirse ser como rechazados por el creador y por la sociedad. Sólo por el desdoblamiento del escritor en sus criaturas, el autor realiza sus ascesis de la abyección a través del personaje, reservándose para su carnadura humana el derecho al autoflagelo destructivo. Pero vale para el autor lo que el narrador dice de Erdosain: «Porque él no le dio a su carne, que tan poco tiempo viviría, ni un traje decente, ni una alegría que lo reconciliaría con el vivir; él no había hecho nada por el placer de su materia, mientras que a su espíritu no le fue negada ni la geografía de los países para quienes los hombres aún no han descubierto máquinas para llegar».






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