UNA VEZ rizado el cabello y despedida la criada, Emma se puso a meditar en sus desventuras… ¡La verdad es que todo habĂa salido mal! Todos sus planes deshechos, todas sus esperanzas frustradas ¡y de quĂ© modo! ¡QuĂ© golpe para Harriet! Eso era lo peor de todo. Todas las circunstancias de aquella cuestiĂłn eran penosas y humillantes por un motivo u otro; pero comparándolo con el mal que se habĂa hecho a Harriet, lo demás carecĂa de importancia; y Emma hubiera aceptado gustosa haberse equivocado aĂşn más —haberse hundido aĂşn más en el error—, tenerse que reprochar una falta de criterio aĂşn mayor, con tal de que ella fuera la Ăşnica que pagase por sus torpezas.
—Si yo no hubiese convencido a Harriet para que se inclinara hacia Ă©l, ahora me serĂa más fácil sobrellevarlo todo. Él quizás hubiera redoblado sus pretensiones respecto a mĂ… pero ¡pobre Harriet!
¡CĂłmo podĂa haber estado tan ciega! Y Ă©l aseguraba que nunca habĂa pensado seriamente en Harriet… ¡nunca! IntentĂł recapitular lo ocurrido en aquellas semanas; pero todo lo veĂa confuso. Supuso que tenĂa una idea fija y que habĂa hecho que todo lo demás se acomodara a su prejuicio. Sin embargo, el modo de comportarse del señor Elton forzosamente tenĂa que haber sido ambiguo, incierto, poco claro, o de lo contrario ella no hubiera podido equivocarse tanto.