ES posible vivir prescindiendo totalmente del baile. Se conocen casos de jóvenes que han pasado muchos, muchos meses enteros, sin asistir a ningún baile ni a nada que se le pareciera, sin sufrir por ello ningún daño ni en el cuerpo ni el alma; pero una vez se ha empezado… una vez se ha sentido, aunque sea levemente, el placer de girar rápidamente al son de una música… es difícil renunciar a la tentación de pedir que se repita.