Orgullo y prejuicio

―La próxima vez que tenga el honor de hablarle de este tema de nuevo, espero recibir contestación más favorable que la que me ha dado ahora; aunque estoy lejos de creer que es usted cruel conmigo, pues ya sé que es costumbre incorregible de las mujeres rechazar a los hombres la primera vez que se declaran, y puede que me haya dicho todo eso sólo para hacer más consistente mi petición como corresponde a la verdadera delicadeza del carácter femenino.

―Realmente, señor Collins ―exclamó Elizabeth algo acalorada― me confunde usted en exceso. Si todo lo que he dicho hasta ahora lo interpreta como un estímulo, no sé de qué modo expresarle mi repulsa para que quede usted completamente convencido.









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