―Me debÃa una visita, señor Bingley añadió la señora Bennet―, pues cuando se fue usted a la capital el último invierno, me prometió comer en familia con nosotros en cuanto regresara. Ya ve que no lo he olvidado. Estaba muy disgustada porque no volvió usted para cumplir su compromiso.
Bingley pareció un poco desconcertado por esa reflexión, y dijo que lo sentÃa mucho, pero que sus asuntos le habÃan retenido. Darcy y él se marcharon.
La señora Bennet habÃa estado a punto de invitarles a comer aquel mismo dÃa, pero a pesar de que siempre se comÃa bien en su casa, no creÃa que dos platos fuesen de ningún modo suficientes para un hombre que le inspiraba tan ambiciosos proyectos, ni para satisfacer el apetito y el orgullo de otro que tenÃa diez mil libras al año de renta.