Peter Pan

—¿Una dama como tú? Ni hablar.

Ya le había atado la cola alrededor. Ella se aferró a él: se negaba a partir sin él, pero con un «adiós, Wendy», la apartó de un empujón de la roca y a los pocos minutos desapareció de su vista por los aires. Peter se quedó solo en la laguna.

La roca era muy pequeña ya, pronto quedaría sumergida. Unos pálidos rayos de luz se deslizaron por las aguas y luego se oyó un sonido que al mismo tiempo era el más musical y el más triste del mundo: las sirenas cantando a la luna.

Peter no era como los demás chicos, pero por fin sentía miedo. Le recorrió un estremecimiento, como un temblor que pasara por el mar, pero en el mar un temblor sucede a otro hasta que hay cientos de ellos y Peter sintió solamente ése. Al momento siguiente estaba de nuevo erguido sobre la roca, con esa sonrisa en la cara y un redoble de tambores en su interior. Éste le decía: «morir será una aventura impresionante».



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