Peter Pan

Algunos querían que fuera un barco honrado y otros estaban a favor de que siguiera siendo pirata, pero el capitán los trataba como a perros y no se atrevían a exponerle sus deseos ni siquiera con una propuesta colectiva. La obediencia instantánea era lo único sensato. Presuntuoso se llevó una docena de latigazos por parecer desconcertado cuando se le dijo que echara la sonda. La impresión general era que Peter era honrado sólo por el momento para acallar las sospechas de Wendy, pero que podría producirse un cambio cuando estuviera listo el traje nuevo, que, en contra de su voluntad, le estaba haciendo con algunas de las ropas más canallescas de Garfio. Se susurraba después entre ellos que la primera noche que se puso este traje estuvo largo tiempo sentado en el camarote con la boquilla de Garfio en la boca y todos los dedos apretados en un puño, menos el índice, que tenía curvado y levantado amenazadoramente como un garfio.

Sin embargo, en lugar de observar lo que pasa en el barco, ahora debemos regresar a aquella casa desolada de donde tres de nuestros personajes habían huido sin el menor miramiento hace ya tanto. Nos da pena no haber hecho caso al número 14 durante todo este tiempo y sin embargo podemos estar seguros de que la señora Darling no nos lo echa en cara. Si hubiéramos regresado antes para mirarla con apenada compasión, probablemente habría exclamado:

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