La señorita Murray solÃa ahora asistir a la iglesia dos veces al dÃa los domingos. No podÃa dejar escapar una sola ocasión de ser admirada y estaba muy segura de conseguirlo si se asomaba por allÃ; pues, estuviesen o no Harry Meltham o el señor Green, siempre habÃa alguien sensible a sus encantos, además del rector, cuyo cargo le obligaba a atender los servicios.
Normalmente, también, y si el tiempo lo permitÃa, ella y su hermana volvÃan a casa dando un paseo; Matilda, porque odiaba verse confinada en un coche; y ella, porque no le agradaba el aislamiento y preferÃa disfrutar de la compañÃa que casi siempre tenÃan durante la primera milla del camino que separaba la iglesia de las verjas del parque del señor Green. En aquel lugar y en dirección opuesta a éste, nacÃa el camino particular que conducÃa a Horton Lodge; mientras que, siguiendo la carretera principal, se llegaba a la todavÃa más lejana mansión de sir Hugh Meltham.
De ese modo, siempre contaba con la posibilidad de que las acompañasen Harry Meltham, con su hermana o sin ella, el señor Green, a su vez acompañado por una de sus hermanas o por ambas, o alguno de los caballeros que solÃan pasar unos dÃas invitados en la casa.