Los restos mortales de mi padre habÃan sido ya enterrados, y nosotras, con tristes semblantes y vestidas de luto, nos sentamos a la mesa, servida con un frugal desayuno, para discutir planes sobre nuestro futuro.
Ni siquiera ante aquel inmenso dolor flaqueó la entereza de mi madre: aunque cruelmente herido, su ánimo no se vino abajo. El deseo de Mary era que regresara a Horton Lodge y que nuestra madre se fuera a vivir con ella y con el señor Richardson a la vicarÃa, asegurando que él lo deseaba tanto como ella, y que la experiencia y el carácter de mi madre no serÃan sino una bendición para ellos, quienes, por su parte, harÃan todo lo posible para que fuese feliz.