DebÃan ser cerca de las ocho cuando bajé al dÃa siguiente, porque poco después escuché los tañidos lejanos de la campana de un reloj. No encontré ninguna señal del desayuno y tuve que esperar más de una hora antes de que se me sirviera, soñando en vano con la biblioteca. Después de mi solitario desayuno, me tocó volver a esperar durante una hora y media, más o menos, incómoda, nerviosa y sin saber qué hacer.
Por fin, lady Ashby vino a darme los buenos dÃas. Me informó de que acababa de desayunar y querÃa que diésemos un paseo por el parque. Me preguntó si hacÃa mucho tiempo que me habÃa levantado; al contestar a su pregunta, me dijo que lo sentÃa profundamente y volvió a prometerme que me enseñarÃa la biblioteca.
Yo le sugerà que lo hiciera enseguida, de forma que no tuviera que preocuparse de recordarlo más tarde. Accedió, a condición de que no me pusiera a leer en ese momento, porque querÃa enseñarme los jardines y pasear por el parque conmigo, antes de que hiciera demasiado calor, lo que, por otra parte, estaba a punto de suceder. Naturalmente asentà y fuimos a dar nuestro paseo.