—Me parece, Agnes, que no deberÃas dar paseos tan largos antes del desayuno —me dijo mi madre, observando que tomaba una taza de café más de lo habitual y que no comÃa nada.
Yo me disculpé diciendo que debÃa de ser por el calor y por la fatiga de la larga caminata. Me parecÃa que tenÃa fiebre y, realmente, estaba cansada.
—Siempre te vas a los extremos. Un corto paseo cada mañana te sentarÃa bien.
—Asà lo haré, mamá.
—Lo que has hecho es aún peor que quedarte tumbada en la cama o estudiando todo el dÃa. ¡Vas a conseguir caer enferma!
—No volveré a hacerlo —le dije.
Me torturaba el cerebro pensando en la forma de hablarle del señor Weston, pues tenÃa que advertirle que vendrÃa al dÃa siguiente. Sin embargo, esperé a que el desayuno estuviera recogido y yo más frÃa y serena. Entonces, cuando me habÃa sentado para empezar un dibujo, le dije:
—Encontré a un antiguo amigo esta mañana en la playa.
—¿Un antiguo amigo? ¿Quién puede ser?