Al dÃa siguiente, por la noche. En el mismo lugar.
(Annenkov mira por la ventana. Dora está junto a la mesa).
ANNENKOV. —Están en sus puestos. Stepan ha encendido su cigarrillo.
DORA. —¿A qué hora debe pasar el gran duque?
ANNENKOV. —De un momento a otro. Escucha. ¿No es una calesa? No.
DORA. —Siéntate. Ten paciencia.
ANNENKOV. —¿Y las bombas?
DORA. —Siéntate. No podemos hacer nada más.
ANNENKOV. —SÃ. Envidiarles.
DORA. —Tu puesto está aquÃ. Eres el jefe.
ANNENKOV. —Soy el jefe. Pero Yanek vale más que yo, y es él quien tal vez…
DORA. —El riesgo es el mismo para todos. Para el que arroja y para el que no arroja.
ANNENKOV. —El riesgo es al fin el mismo. Pero por el momento Yanek y Alexis están en la lÃnea de fuego. Sé que no debo estar con ellos. Sin embargo, a veces tengo miedo de aceptar con demasiada facilidad mi papel. Es cómodo, después de todo, verse obligado a no arrojar la bomba.
DORA. —¿Y aunque asà fuera? Lo esencial es que hagas lo que debes, y hasta el fin.
ANNENKOV. —¡Qué tranquila estás!