Cómo suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida

Un hombre puede ocuparse de sus problemas graves y, sin embargo, ir con la cabeza en alto y una flor en el ojal. He visto hacer precisamente esto a Lowell Thomas. Yo estuve asociado a Lowell Thomas en la presentación de sus famosas películas sobre las campañas Allenby-Lawrence en la primera guerra mundial. Lowell Thomas y sus ayudantes habían fotografiado la guerra en media docena de frentes y, lo que era todavía mejor, habían traído una constancia gráfica de T. E. Lawrence y de su pintoresco ejército árabe y una película de la conquista de Tierra Santa por Allenby. Sus conferencias ilustradas bajo el título "Con Allenby en Palestina y con Lawrence en Arabia" causaron sensación en Londres y todo el mundo. La temporada de ópera en Londres fue postergada seis semanas para que Lowell Thomas pudiera continuar narrando aquellas grandes aventuras y mostrando sus películas en el Covent Garden. Después de este sensacional triunfo en Londres, vino una afortunada gira por muchos países. A continuación Lowell Thomas pasó dos años preparando una película sobre la vida en la India y en Afganistán. Después de una racha de mala suerte increíble, sucedió lo imposible: se vio en Londres completamente arruinado. Yo estaba con él en esa época. Recuerdo que teníamos que alimentarnos con platos baratos en los restaurantes del Lyon' s Corner House. En realidad, no hubiéramos podido comer si el señor Thomas no hubiese obtenido un préstamo de un escocés, James McBey, el conocido artista. He aquí lo que importa en el relato: incluso cuando estaba con grandes deudas y profundas decepciones, Lowell Thomas se mostraba inquieto, pero no preocupado. Sabía que, si se dejaba vencer por sus reveses, ya no valdría para nadie, incluidos sus acreedores. Por lo tanto, cada mañana, antes de salir, se compraba una flor, se la ponía en el ojal y se marchaba calle abajo por Oxford Street, con la cabeza alta y el paso decidido. Pensaba cosas positivas y valientes y no consentía que la derrota lo derrotara. Para él, aquellas bofetadas eran parte del juego, el adiestramiento útil que es necesario si se quiere llegar a lo alto.

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