Cómo suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida

"No, Señor —contesté—. Estoy agotado. Ya no me quedan fuerzas." La Voz me dijo: "Si acudes a Mí y dejas de preocuparte, solucionaré tu problema". "Señor —respondí de inmediato—, cierro trato ahora mismo."

Una gran paz inundó mi corazón y mi ser íntegro. ¡Sabía que había ocurrido el milagro! La vida, una vida exuberante, había tomado posesión de mí. Me sentía tan aligerado que apenas pisaba el camino esa noche mientras caminaba de regreso, serenamente, hacia mi casa. Cada partícula del suelo era terreno sagrado. Después, durante días, apenas tuve conciencia de estar encarnado en un cuerpo. Trabajaba hasta muy avanzada la noche y me acostaba preguntándome por qué debía meterme en la cama, porque no sentía el menor rastro de cansancio. Me sentía poseído por la vida, la paz, el descanso... y el Propio Cristo.

Entonces me pregunté si debía contar todo eso. No deseaba hacerlo, pero me dije que debía, y lo hice. Después enfrenté la alternativa de hundirme o nadar ante los demás. Desde entonces han pasado más de los veinte años más laboriosos de mi vida, sin que nunca reaparecieran mis viejos problemas. Jamás he gozado de mejor salud. Pero aquello fue algo más que una transformación física. Fue iniciar una nueva vida de mi cuerpo, mi mente, mi espíritu. Después de aquella experiencia, la vida transcurrió para mí en un nivel mucho más elevado. Y no he hecho otra cosa que disfrutar de ello.

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