Cómo suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida
Para conservar mi coraje en la liza, me dedicaba pa labras de ánimo en plena lucha. Por ejemplo, mientras luchaba con Firpo, me decía una y otra vez: "Nada me detendrá. No sentiré sus golpes. No puede dañarme. Continuaré atacando, suceda lo que suceda". Estos aser tos, estos pensamientos positivos, me ayudaron mucho. Ocupaban de tal modo mi espíritu que llegué a no sentir los golpes. Durante mi carrera me han partido los labios, me han cortado los ojos y me han roto las costillas. Y Firpo me arrojó por encima de las cuerdas, en forma que caí sobre la máquina de escribir de un periodista y la destrocé. Pero nunca sentí ni uno siquiera de los golpes de Firpo. Sólo ha habido un golpe que verdaderamente haya sentido. Fue aquella noche en que Lester Johnson me rompió tres costillas. El golpe afectó mi respiración. Puedo decir honradamente que nunca he sentido otro golpe en ninguno de mis combates. Otra cosa que hacía era recordarme constantemen te la inutilidad de la preocupación. La mayoría de mis preocupaciones surgían antes de los grandes combates, mientras me preparaba, pasaba horas sin poder conciliar el sueño, agitándome y preocupándome. Me preocupaba por el temor de que me rompiera una mano, me dislocara el tobillo o sufriera un grave corte en el ojo du rante la primera vuelta, en forma que ya no pudiera coordinar mis golpes. Cuando me veía con los nervios en tal estado, dejaba la cama, me miraba en el espejo y me hablaba a mí mismo. Me decía: "Qué estúpido eres al preocuparte por algo que no ha sucedido y que tal vez no suceda nunca. La vida es breve. Sólo tengo para vivir unos cuantos años y, por tanto, debo disfrutar de la vi da". Y me repetía una y otra vez: "Lo único que impor ta es mi salud. Lo único que importa es mi salud". Me recordaba que perder el sueño y preocuparme destruiría mi salud. Y vi que, repitiéndome estas cosas constantemente, noche tras noche, año tras año, acababan entrando en mi ser, de modo que podía eliminar mis preocupaciones como si fueran aire. La tercera cosa —y la mejor—era la oración. Mientras me preparaba para un combate, siempre rezaba varias veces al día. Cuando estaba en la liza, siempre rezaba inmediatamente antes de que sonara el gong anunciando cada una de las vueltas. Esto me ayudaba a luchar con valor y confianza. Nunca en mi vida me he ido a la cama sin rezar las oraciones y nunca tampoco me he sentado a la mesa sin agradecer a Dios el alimento... ¿Han sido contestadas mis oraciones? ¡Miles de veces!

PEDÍ A DIOS QUE ME LIBRARA DEL ASILO DE HUÉRFANOS

por KATHLEEN HALTER

eXTReMe Tracker