Cómo suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida

A partir de ese día empecé a luchar. Ese mismo fin de semana dije a mis padres que podían volverse a su casa, porque estaba dispuesta a actuar. Hice lo que hasta entonces me parecía imposible: me quedé a solas para hacerme cargo de mis dos hijos menores. Empecé a dormir bien, a comer mejor. Mi ánimo mejoró. Una semana después, cuando mis padres volvieron para visitarme, me encontraron planchando ropa y cantando. Tenía una sensación de bienestar porque había empezado a librar una batalla y estaba ganando. ¡Nunca olvidaré esa lección! Si una situación parece insuperable, hay que hacerle frente. ¡Empezar a luchar! ¡Sin rendirse!

A partir de entonces me esforcé por trabajar, por perderme en mi trabajo. Por fin reuní a todos mis hijos y me instalé con mi marido en nuestro nuevo hogar. Resolví que mejoraría lo bastante para ofrecer a mi encantadora familia una madre fuerte y feliz. Me puse a planear cosas para nuestro hogar, para nuestros hijos, para mi mando, para todo... salvo para mí misma. Estaba demasiado ocupada para pensar en mí. Fue entonces cuando ocurrió el verdadero milagro.




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