—Me le quedé mirando, perdido en el asombro. Allí estaba delante de mí, en su traje de colores, como si hubiera desertado de una troupe de saltimbanquis, entusiasta, fabuloso. Su misma existencia era algo improbable, inexplicable y a la vez anonadante. Era un problema insoluble. Resultaba inconcebible ver cómo había conseguido ir tan lejos, cómo había logrado sobrevivir, por qué no desaparecía instantáneamente. "Fui un poco más lejos", dijo, "cada vez un poco más lejos, hasta que he llegado tan lejos que no sé cómo podré regresar alguna vez. No me importa.