El último de los Mohicanos

Cuando Magua pensó que ya se había perdido bastante tiempo con el diálogo familiar mantenido por el guerrero, nuevamente dio la señal para seguir adelante. A medida que los indios se alejaban, sin producir el más mínimo ruido que fuese audible para un hombre blanco, el mismo castor de antes se asomó desde su lugar de cobertura. Si cualquiera de los hurones se hubiera dado la vuelta, habría visto cómo el animal les vigilaba con un interés y una sagacidad que bien podría haberse confundido con la racionalidad. Ciertamente, tan inteligentes y meditados eran los movimientos del cuadrúpedo que incluso el más avispado observador se habría visto perdido a la hora de dar una explicación que los justificase, hasta el momento en el que el grupo se adentró en el bosque; ya que entonces todo quedó claro al salir el cuerpo de Chingachgook de la choza, mostrando sus curtidas facciones tras despojarse de la máscara peluda que representaba al animal.







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