El último de los Mohicanos

Riéndose a grandes carcajadas, realizó un desesperado salto, aunque quedó algo corto, por lo que tuvo que agarrarse a unas ramas sueltas que crecían entre las rocas. El cuerpo de Ojo de halcón se agachó como el de un animal a punto de atacar, y las ansias de lograr su objetivo eran tales que hacían temblar el cañón de su arma como una hoja al memo. Sin dejarse agotar inútilmente, Magua dejó que sus pies se posaran sobre un pequeño saliente, permitiendo que sus brazos se extendieran por completo. A continuación, empleó todas sus fuerzas para intentar subir, logrando elevar su cuerpo hasta colocar las rodillas al nivel del borde. En ese momento, cuando el cuerpo de su enemigo estaba casi totalmente a la vista, el inquieto fusil del explorador quedó firmemente apoyado en su hombro; tanto que ni las rocas de su alrededor estaban más quietas cuando descargó su contenido. Los brazos del hurón flaquearon y su cuerpo se tambaleó un poco, pero aún se mantenía en su lugar. Volviéndose para dirigir una violenta mirada a su enemigo, le agitó el puño en actitud desafiante y llena de odio; a continuación, soltó la mano, y su oscura figura pudo verse surcando el aire cabeza abajo durante un fugaz instante, hasta que se perdió entre la franja arbórea que rodeaba la montaña, en su trayectoria descendente hacia la destrucción.


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