Robinson Crusoe

13. Batalla con los caníbales

Después que Viernes y yo hubimos intimado, y que él fue capaz de entender casi todo lo que le decía así como hablarme en un inglés chapurreado, empecé a hacerle saber mi historia, por lo menos la parte referente a mi existencia en la isla. Le conté cómo y cuánto había podido vivir allí, lo introduje en los misterios —pues tales eran para él— de la pólvora y las balas, y hasta le enseñé a tirar. Le regalé un cuchillo, lo que le causó una inmensa alegría, y le hice un cinturón con una presilla como los que empleamos en Inglaterra para colgar machetes, dándole una hachuela para que la llevase allí, ya que no sólo era un arma excelente sino que servía muy bien para diversos usos.

Hice a Viernes una descripción de Europa, y en especial de mi patria, Inglaterra; cómo vivimos, adoramos a Dios, nos conducimos en nuestra vida social y comerciamos en todos los mares del mundo. Le describí el naufragio por cuya causa arribara a la isla, y traté de indicarle con precisión el sitio donde estaba el casco; pero tanto se había roto la estructura del barco que nada quedaba a la vista.


eXTReMe Tracker