—¿Dónde está Oliver? —gritó colérico el judÃo, levantándose con expresión amenazadora—. ¿Qué habéis hecho del muchacho?
Los dos pilletes miraron a su maestro con expresión de temor, cual si la violencia del tono empleado por aquél les hubiera alarmado; contempláronse luego mutuamente, y no contestaron palabra.
—¿Qué ha sido de Oliver? —rugió FajÃn, agarrando por el cuello al Truhán y lanzando por la boca un torrente de maldiciones—. ¡Habla, o te estrangulo!
Tan en serio parecÃa hablar FajÃn, que Carlos Bates, mozo prudentÃsimo, amigo de curarse en salud e inclinado por temperamento a esquivar los peligros, considerando altamente probable ser la segunda vÃctima inmolada por el judÃo, si éste se decidÃa a estrangular a su camarada, cayó de rodillas y lanzó un grito recio y prolongado, un grito que lo mismo podÃa confundirse con el mugido de un toro enfurecido, como con el bramar de una bocina.
—¿Hablarás con cien mil de a caballo? —vociferó el judÃo, sacudiendo al Truhán con tal furia, que sólo un milagro pudo impedir que se le quedara su levita entre las manos.