Oliver Twist

—¡Silencio! ¡Que nadie vuelva nunca a pronunciar en mi presencia el nombre de ese desdichado! ¡Bajo ningún pretexto quiero oírlo! ¿Ha entendido usted bien? Puede retirarse, señora Bedwin, y no olvide que quiero ser obedecido.

Aquella noche, la tristeza fue la diosa que presidió en el hogar del señor Brownlow.

Sufría Oliver horriblemente al acordarse de sus buenos amigos de Pentonville. Por fortuna para él, ignoraba las noticias que a oídos de aquéllos habían llegado. Si hubiera escuchado la historia narrada por Bumble, probablemente habría muerto de dolor.









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