Oliver Twist

Capítulo XXII

El robo

—¿Quién va? —gritó una voz bronca no bien hubieron entrado en la casa.

—Menos ruido y más luz, Tomás —contestó Sikes, corriendo los cerrojos.

—¡Ah! ¿Eres tú, compadre? —preguntó la misma voz—. ¡Una luz, Barney de los demonios, una luz! ¡Enseña el camino a ese caballero y abre los ojos, si me haces el favor!

El que hablaba debió tirar una horma de zapato o algún objeto por el estilo a la persona a quien se dirigía, sin duda para disipar su somnolencia, pues se oyó claro y distinto al ruido de un artefacto de madera que chocaba con violencia contra una pared seguido de murmullos menos distintos como de hombre a quien despiertan en lo mejor de su sueño.

—¿Pero no me oyes? —repuso la misma voz—. ¡Ahí tienes en el pasillo a Guillermo Sikes sin que nadie le dé la bienvenida, mientras tú duermes como un tronco, ni más ni menos que si en las comidas te atiborraras de láudano! ¿Estás más despierto o hace falta que el candelero entable relaciones íntimas con tu cabeza para despabilarte?

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