Oliver Twist

Fue una fortuna que terminase en aquel punto la conversación, pues Bumble que no cesaba de hacer reverencias, llegó hasta el borde de la escalera y hubiera caído irremisiblemente por ella, salvando la altura de un piso del primer salto. Después de encender la linterna en la de Monks, tomó la escalera, seguido de su mujer, sin tratar de prolongar la conversación. Monks cerraba la marcha, siguiendo silencioso y con el oído atento, al que no llegaba más que el ruido de la lluvia que caía a torrentes.

Lentamente y con precaución atravesaron la pieza de la planta baja, pues Monks se asustaba hasta de su sombra, y Bumble, linterna en mano, avanzaba cautelosamente, pero al propio tiempo con una rapidez nada común en un hombre de su corpulencia, creyendo tropezar a cada paso con trampas y abismos. Monks abrió con sigilo la puerta por la cual habían entrado, y el cariñoso matrimonio, después de cambiar con aquél una inclinación de cabeza, se puso en marcha, no tardando en perderse entre las tinieblas.

Apenas hubieron marchado, Monks, a quien la soledad parece que inspiraba una repugnancia invencible, llamó a un muchacho que estaba escondido en la planta baja, y mandándole que rompiese la marcha llevando en la mano la linterna, volvió a la habitación de la que momentos antes había salido.

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