—¿Conque su amigo de usted era usted mismo? —exclamó Claypole, por otro nombre Mauricio Bolter, a poco de haber llegado al dÃa siguiente a la casa del judÃo, en cumplimiento de lo pactado—. No me la dio del todo, amigo mÃo, pues si he de decir verdad, me lo habÃa figurado.
—No hay quien de sà mismo no sea amigo, querido —replicó FajÃn, dirigiendo a su nuevo amigo una mirada insinuante—. No puede encontrar otro que lo sea tanto.
—Se dan casos —observó Mauricio Bolter, con aires de hombre de mundo—. Sabe usted muy bien que hay personas cuyos únicos enemigos son ellos mismos.
—¡No lo crea usted! —replicó el judÃo—. Cuando un hombre aparece enemigo de sà mismo, es porque se aprecia demasiado, y cuanto más parezca que le preocupan la felicidad y suerte de sus prójimos, más cuida de las suyas. ¡La abnegación!… ¡Uf! ¡No existe semejante fruta en el huerto de la Naturaleza!
—Y si existe, no debiera existir; es la verdad —observó Bolter.
—Nada más cierto. Algunos hechiceros pretenden que el número tres es un número mágico, otros afirman que es el siete. Todos se engañan; el número mágico es el uno.