Oliver Twist

La noche estaba muy obscura. Había sido el día desapacible y lluvioso, y apenas si muy contados transeúntes recorrían aquel lugar a hora tan avanzada. Los pocos que por allí pasaron, hiciéronlo caminando con rapidez, probablemente sin ver al hombre ni a la mujer, y con toda seguridad sin fijar en ellos su atención. No era el aspecto de aquéllos el más indicado para llamar la atención importuna de los mendigos a quienes la casualidad o la miseria llevasen al puente a buscar alguna arcada fría o alguna choza que ofreciera abrigo a sus míseros cuerpos, por cuyo motivo, ni hablaron a ninguno de los transeúntes, ni hubo entre éstos uno solo que les dirigiera la palabra.











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