Oliver Twist

Capítulo XLIX

Se encuentran al fin, Monks y Brownlow. Celebran una conferencia que es interrumpida

La noche comenzaba a enseñorearse de la tierra cuando el señor Brownlow, descendiendo de un coche frente a la puerta de su casa, llamaba suavemente. Abierta la puerta, saltó del coche un hombre robusto y tomó posiciones junto a la portezuela del carruaje, mientras otro hombre saltaba del pescante y se colocaba al otro lado. Obedeciendo una seña de Brownlow, entre los dos hombres mencionados sacaron del interior del coche a un tercero, a quien obligaron a entrar en la casa. Este tercero era Monks.

Sin hablar palabra subieron los cuatro hombres la escalera. Rompía la marcha Brownlow, quien no paró de andar hasta que entró en un cuarto del interior de la casa, adonde le siguieron los demás. En la puerta del cuarto en cuestión, Monks, que había llegado hasta allí con repugnancia perfectamente visible, se detuvo. Los dos hombres entre los cuales caminaba miraron al anciano caballero como pidiendo instrucciones.

—Sabe muy bien cuál es la alternativa —dijo Brownlow—. Si vacila, si se resiste, si mueve un dedo llevadle a la calle, llamad a la policía, y hacedle prender en mi nombre como criminal que es.

—¿Cómo se atreve usted a darme semejante nombre? —preguntó Monks.

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