Tiempos difíciles

-¡Qué tonterías! - exclamó la señora Gradgrind, mostrándose casi enérgica-. ¡Qué tonterías! Parece mentira que te estés ahí quieta y que me digas a la cara semejantes cosas, Luisa, sabiendo, como sabes, que si alguna vez llegan a oídos de tu padre dirá y no acabará. ¡Después de todas las molestias que se ha tomado con vosotros! ¡Después de todas las lecciones que os han dado y los experimentos que habéis presenciado! ¡Después de haberte oído yo misma, cuando tenía inválido todo el lado derecho, darle vueltas con tu profesor a la combustión, la calcinación, la calorificación y todos los términos acabados en ción capaces de volver loca a una inválida, me vienes ahora con esos absurdos de chispas y pavesas...! ¡Ojalá... ! - gimoteó la señora Gradgrind, echando mano a una silla y dando suelta a su argumento más decisivo antes de sucumbir bajo el peso de aquellas simples sombras de realidades-. ¡Ojalá que yo no hubiese tenido hijos! ¡Entonces habríais sabido vosotros lo que es no tener madre!






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