Tiempos difíciles

CAPITULO IV

PERDIDO 

El robo cometido en el Banco no había sido olvidado antes, y no dejó de ocupar ahora un lugar predominante en la atención del dueño del establecimiento. Como jactanciosa prueba de su prontitud y actividad, propias de un hombre extraordinario, hijo de sus obras, maravilla comercial más digna de admiración que la misma Venus, salido del arroyo y no de la espuma del mar, gustábale poner en evidencia ante las gentes cuán poco sus asuntos domésticos mermaban su ardor en los negocios. En consecuencia, durante las primeras semanas de su nueva soltería demostró una actividad más impetuosa aún que la corriente en él, armando todos los días tales alborotos en sus investigaciones acerca del robo, que los funcionarios policíacos que llevaban entre manos el asunto casi deseaban que el robo no se hubiese cometido jamás.

Estaban, además, fracasados y desorientados. No ocurrió nada, a pesar de que desde el comienzo del asunto permanecieron tan tranquilos, que la mayoría de la gente supuso que éste había sido abandonado por no tener esperanza de sacar nada en limpio. Nadie, hombre o mujer, de los posibles comprometidos se animó prematuramente a dar pasos que lo delatasen. Y lo que era aún más notable: nada se supo de Esteban Blackpool, y la misteriosa anciana siguió en el misterio.

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