Tiempos difíciles

CAPITULO VIII

FILOSOFANDO

Regresaron al local del circo, y Sleary cerró la puerta para evitar intrusiones. Bitzer, agarrando siempre del cuello al culpable, que estaba paralizado, se quedó en pie en la pista, mirando con ojos parpadeantes, en la oscuridad del crepúsculo, a su antiguo protector.

-Bitzer, ¿no tenéis corazón? -exclamó el señor Gradgring, desalentado y en tono de lastimosa sumisión.

Bitzer, mostrando con su sonrisa lo extraña que encontraba la pregunta, le contestó:

-Sin ese órgano, señor, sería imposible la circulación de la sangre. Nadie que conozca los hechos establecidos por Harvey acerca de la circulación de la sangre podrá dudar de que tengo corazón.

-Y ese corazón vuestro, ¿no es accesible a ningún sentimiento de compasión?

-Mi corazón sólo es accesible al razonamiento, señor, y a nada más .-replicó el excelente joven.

Se quedaron mirándose el uno al otro, cara a cara. La del señor Gradgrind estaba tan blanca como la del perseguidor. Aquél dijo:

-¿Qué razón podéis tener para impedir que se escape este desdichado joven? ¿Qué razón para destrozar a su afligido padre? ¡Ved aquí a su hermana! ¡Tened compasión de nosotros!

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