Tiempos difíciles

-¡No, no! -exclamó Cecilia, estallando otra vez en llanto-. ¡No! Dejadme que la guarde para cuando vuelva mi padre. La necesitaré. Cuando me envió a comprarla, no pensaba en marcharse. Debo guardársela, ¡comprendedlo!

-Zea como guztez, querida. (¡Ya veiz cómo ez ella, caballero!) ¡Adióz, Cecilia! Mi última palabra ez que te atengaz a lo convenido, que obedezcaz al caballero y que te olvidez de nozotroz. Pero zi, cuando zeaz mayor y eztéz cazada, te encuentraz alguna vez con un circo, no te mueztrez dura con zu gente, no dez mueztraz de enojo, dilez unaz palabraz cariñozaz y pienza que hay cozaz peorez. La gente necezita divertirze, caballero, de una u otra manera -prosiguió Sleary, jadeando cada vez más a fuerza de hablar-; no ze lez puede tener siempre trabajando ni pueden eztar ziempre eztudiando. No veáiz lo peor de nozotroz, zino lo mejor. Yo zé que me he ganado ziempre la vida trabajando en la pizta; pero creo que ezpongo toda la filozofía del azunto cuando oz digo, caballero: miradnoz del lado bueno, no del peor. 

Sleary expuso esta su filosofía cuando ya ellos bajanban por las escaleras, y el ojo fijo del filósofo (lo mismo que el ojo móvil) pronto perdió a las tres figuras ya la canastilla entre la oscuridad de la calle. 

eXTReMe Tracker